lunes, 29 de septiembre de 2008

FLOR... (24)

Sin memoria, sin saber quién era, sin puerto para zarpar ni en donde atracar. Paralizado. Como salido de la nada. – ¿Quién seré yo? – se preguntó angustiado. Entonces buscó a su alrededor una respuesta.


– Buenos días – le saludó Juan, quien acababa de dibujar algunas flores.
– ¿Quien eres?
– Soy Juan, el jardinero de sueños.
– ¿y, qué es un jardinero de sueños?
– El que va por la vida buscando afectos y derribando cada propósito puesto en su mente.
– ¡Que hermoso! – dijo él – y, ¿de donde provienes?
– Del sueño de mis padres y mis hermanos.
– Dime, ¿Qué es un sueño?
– Es la forma en la que habla un corazón libre.
– ¿y, tú quien eres? – preguntó Juan.
– No lo sé. Algo, creo.
– ¡Que lástima! – dijo Juan – ¡Ni siquiera eres alguien!
– ¿y, qué se necesita para ser alguien?
– Nada. Sólo saber lo que se es.
– ¿Quien seré yo, Madre mía? – dijo él de nuevo, más angustiado aún.
– Eso solo lo sabes tú – dijo Juan – ¡Serás lo que serás!

Y dicho esto, partió Juan por la larga senda que es la vida, persiguiendo un sueño que una vez se le había escapado.


– Buenas tardes – le saludó María.
– ¿Quién eres?
– Soy María, la dulce cantora tras un cálido ocaso.
– ¿y, que es un ocaso?
– La fantasía del sol cortejando al polvo del horizonte.
– ¿a quién le cantas?
– A la luna, y al desconsuelo de un corazón enamorado.
– ¡Que Hermoso! – Dijo él. – ¡Quiero ser como tú! – Agregó entusiasmado.

María le miró con extrañeza y antes de huir sobre un trueno, le dijo:

– ¡Serás lo que serás!
– ¿Quien seré yo, madre mía? – Se preguntó por vez tercera, sin encontrar respuesta.

“¡Serás lo que serás!”, le había dicho Juan; “¡Serás lo que serás!”, le repitió María.
¿Quién diantres era él?


– Buenas Noches – Le saludó Rafael, el poeta bohemio.
– ¿y, qué es un poeta?
– El abogado de los amantes, el estudiante de la locura, el erudito de la vida.
– Rafael, ¿y cuál es tu noble origen?
– Vengo de un suspiro del silencio majestuoso.
– ¿Qué es el silencio?
– Conversar con tu ser. Contigo mismo.
– ¿es bueno hablar con el silencio?
– Sólo si necesitas saber quién eres, de donde vienes y a donde vas… ¿y, quién eres tú? – preguntó Rafael.

Él no respondió. Comprendido esto, Rafael huyó en la espesura de una noche que pronto estalló en el más sepulcral silencio.

– ¡Hola Silencio! – dijo él con los labios cerrados.

Allí comenzó una larga conversación con aquel que terminó cuando Él se quedó dormido. Soñó con el jardinero de sueños, sembrando su sueño perdido; en silencio, soñó con la cantora, quien en silencio afinaba sus pensamientos y componía un nuevo día; soñó con el poeta, quien en una infinita tertulia le debatía al silencio y al viento la manera de usar la chaqueta durante las noches nevadas y calladas; callado, soñó también con su propio silencio de arquitecto del futuro, haciendo cosas que jamás había imaginado y salvando este mundo y los otros de ejércitos de autómatas verdes. Fue entonces cuando supo quién era, de donde venía y hacia donde iba. Soñó tranquilo.

– Es bueno hablar con el silencio, sólo él conoce las respuestas a las más grandes preguntas – dijo para sí, antes que el primer rayo del nuevo sol le turbara el sopor.

– Buenos días – dijo Juan – ¿Quien eres tú?
– Un arquitecto de futuros.
– ¿y, qué es eso?
– La promesa de un mañana mejor.
– ¡Que hermosas palabras dices! – anotó alegre Juan – ¿de donde viene tanta sabiduría?
– De mi conversación con el silencio.
– El silencio es muy sabio. Tu eres lo que eres, ¡finalmente lo has descubierto!

Dicho esto, Juan se hincó en una profunda venia.

– Buenas tardes – dijo María – ser promesa de un mundo mejor es la mejor de las promesas – agregó.

Se alejó pensando en que algún día habrá cantores de paz por todas partes.

– Buenas noches – le saludó Rafael quitándose una rama del sombrero. – ¿Quién eres?
– La esperanza de la alegría y la promesa de un mundo mejor que viene de jamás y va para siempre.
– ¡Espléndido! – dijo Rafael – ¿y, qué es la alegría?
– Es lo que sentiremos todos cuando logre crear un mundo en el que Juan pueda regar sus sueños sin ser regado por la muerte, María cantar sin ser callada por el tirano demonio y, tú Rafael, puedas escribirle a los corazones de la gente sin recibir a cambio odio y balas.
– ¡Eres admirable! – concluyó Rafael – algún día tendrás tu mundo mejor y será el silencio tu amigo y consejero.
– Solo si hay sueños, cantos y bellos poemas – respondió el arquitecto, mientras buscaba los adoquines que emplearía al construir su tan anhelado mundo mejor.

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