REINTERPRETANDO EL CIERZO...

A veces, cuando mis ojos están enrojecidos, me subo a lo alto de las torres de “El Pilar” y observo mi pequeño Mundo —mis edificios, calles en las que he hecho proezas, habitaciones, camas, pisos de aire frío— abajo en la Gran Plaza, que también tengo en mente, niños que se confunden con las palomas que persiguen, hombres que caminan del tamaño de goticas de cristal —panorama de los puentes, amanecer sobre “Las Fuentes”, el sol poniéndose sobre el “Barrio Oliver” donde jugué con chapas, y “Delicias” donde yo nací— mis amores más tarde en la “Vía Univérsitas”, mis amores mayores del “Actur”, mis una vez fabulosos amours en el “Casco Viejo”— lejanos caminos que se cruzan en estas escondidas calles, mi historia resumida, mis ausencias y éxtasis en el “Royo” —sol brillando sobre todo lo que poseo en un parpadeo hasta el horizonte en mi última eternidad— la materia es viento.
Triste, cojo las escalas y parto hacia abajo —pensativo— y camino sobre las aceras mirando fijamente el escaparate de todos los hombres —caras— preguntando por aquel que ama y me detengo sorprendido frente a un escaparate de una tienda de coches, el tráfico se mueve arriba y abajo recorriendo los bloques de la Avenida Valencia detrás de mí… esperando un momento en que…
Hora de irse a casa y hacer la cena y escuchar las románticas noticias de guerra en la radio.
Todo el movimiento se detiene y yo camino en la intemporal tristeza de la existencia, con la ternura que fluye a través de los edificios, las puntas de mis dedos tocan la cara de la realidad, mi propia cara surcada de lágrimas reflejada en el espejo de alguna ventana —al atardecer— donde no tengo deseo alguno —de bombones— o de poseer los trajes o las pantallas japonesas de la comprensión.
Confundido por el espectáculo a mi alrededor… hombre forcejeando calle arriba con paquetes, periódicos, corbatas, hermosos trajes hacia su deseo, hombres mujeres, fluyendo sobre las aceras, luces rojas registrando acelerados relojes y los movimientos del bordillo—. Y todas estas calles guiando —tan torcidamente, bocinantemente, largamente por avenidas con altos edificios siguiéndoles la pista o incrustados en barrios bajos a través de un tráfico tan inseguro, coches y motores aullantes tan dolorosamente— a este campo, este cementerio, este silencio en el lecho mortuorio o río una vez visto nunca recuperado o deseado en la mente por venir, donde todo el pequeño Mundo que he visto tiene que desaparecer.
raúl

2 impertinencias::
plas plas plas (aplausos de nuevo)
Tb me gusta subir allí... y recordar.
un beso
sin ganas de inhalar nada
Quién pudiera mirando a la luna escuchar los latidos de un corazón puro!
brujilove
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