SOL-EDAD...

Sentado junto al gran ventanal, suspendido en el pálpito de la noche, contempla la calle ir y venir jadeante de sombras, las huellas mudas abatiendo las esquinas, dos pájaros revoleando distraídos hasta introducirse en la jaula con barrotes de conciencia.
El cielo se torna lívido y el recuerdo de las palabras se hace triste, porque son promesas lanzadas sin fe. El frío de la soledad desvanece los besos que han de llegar, los que dijeron adiós. La palabra contenida en una gota de cristal fértil, tan fértil como oculta. La tristeza como cuchilla obtusa: amarga, inútil, rasgando en jirones la alegría.
Hiende el cristal un Sol diáfano, edad de sombra obstinada en ese rincón de café y menta, donde el humo azul navega inventando la noche adentro del espejo, y un río de papel enjuaga el líquido amniótico de los sueños del alma.
Pero el dolor no se muda en risa, y la noche se hace real...



raúl